Tesalónica (hoy Salónica) era la capital de la provincia
romana de Macedonia, situada en la Vía Egnacia, que, yendo de Durazzo a Bizancio, unía a Roma con el
Oriente. En tiempo de Pablo existía allí una colonia judía importante, con sinagoga
propia (Hch 17,1) a la que asistían muchos prosélitos paganos, entre ellos un
grupo femenino influyente (Hch 17,4).
Pablo llega a Tesalónica (año 49-50) en compañía de Silvano (Silas en
Hch) y Timoteo (1,1), procedente de Filipos, donde él y Silas habían estado en
la cárcel (Hch 16,11-17,1; 1 Tes 2,2). Los tesalonicenses, probablemente
paganos simpatizantes del judaísmo, le dispensaron una magnífica acogida
(1,6-7). La estancia de Pablo en Tesalónica debió de ser bastante larga, dada
la intimidad que muestra con los tesalonicenses (2,7-12) y los frutos de su
visita (1,7-8).
Sin embargo, parte de la colonia judía, celosa del éxito de Pablo entre
los prosélitos paganos, organizó un tumulto en la ciudad (Hch 17,5-9; 1 Tes
2,14-16). Pablo pudo escapar a Berea
(Hch 17,10), de donde, tras nuevas contradicciones, marchó a Atenas, encargando
que se reunieran con él Silas y Timoteo (Hch 17,15). Es probable que se quedase
Silas en Berea, pues sólo Timoteo acompañó a Pablo en Atenas (3,1-2). De todos
modos, Pablo, muy inquieto por no saber en qué había parado la persecución de
los judíos en Tesalónica, manda a Timoteo para tener noticias (3,5).
Pablo había dejado Atenas y estaba ya en Corinto cuando Timoteo y Silas
vuelven de Macedonia (Hch 18,5). La vuelta de Timoteo tranquiliza a Pablo, y la
carta, escrita inmediatamente después, expresa su satisfacción (3,7-9).
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