Además
de las noticias animadoras que traía, Timoteo informó a Pablo, de palabra o con
una carta de los tesalonicenses, de ciertas aclaraciones que aquéllos deseaban,
además de señalarle, sin duda, algunas deficiencias en la vida de aquella
comunidad (3,10). Entre éstas debía de estar alguna libertad de costumbres
(4,2-8) y probablemente cierta excitación por la creencia de la vuelta
inminente del Señor (4,11-12; 5,14), con alguna impaciencia frente a los que
tomaban la dirección en aquellas circunstancias difíciles (5,12-13) (no parece
que Pablo hubiese establecido cargos directivos en la comunidad) y poco caso de
los que, inspirados por el Espíritu (profetas), señalaban líneas de acción o
corregían defectos (5,19-22).
Las
aclaraciones que pedían los tesalonicenses se referían en particular a la
suerte de los difuntos (quizá algunos habían muerto después de hacerse
cristianos), temiendo que se viesen privados de participar en la venida de
Cristo (4,13-18). Otra duda concernía el momento de esa venida (5,1-11); Pablo
confiesa su ignorancia (5,2), afirmando que el día del Señor llegará
inesperadamente, cuando menos se piense (5,3). Consecuencia de ello es la
vigilancia continua, sin preocupaciones (5,4-11).
Es
notable el retrato de Pablo que emerge de la carta. Insiste en la calidad de su
trato y en su honradez personal, sin duda por las acusaciones que los judíos de
Tesalónica levantaban contra él después de su precipitada marcha (no se olvide
que muchos de los cristianos eran antiguos prosélitos judíos). Lo acusaban
probablemente de insinceridad (2,3-4), de miras interesadas (2,5-6), de
aprovecharse de la comunidad (2,7-9). Pablo les recuerda la impresión que
tuvieron de él (2,10-12) y el trato personal que les dedicó (2,10-12).
La
carta suele considerarse auténtica y estar escrita en Corinto hacia el año
50/51. No faltan, sin embargo, argumentos para dudar de su autenticidad. En
primer lugar, la feroz invectiva contra los judíos, impropia de Pablo (2,14-16)
y, en particular, la afirmación de que "el castigo/la ira los ha alcanzado
de lleno" (2,16), que difícilmente podría aplicarse a ningún
acontecimiento anterior a la destrucción de Jerusalén y del templo (año 70). La
enorme insistencia en "la venida del Señor" (1,10; 2,19; 3,13;
4,13-5,11; 5,23) y la ausencia de todo otro desarrollo teológico, a diferencia
de las cartas ciertamente auténticas de Pablo, puede resultar artificial;
parecería que esa venida hubiese sido el único tema tratado por Pablo y sus
compañeros en la catequesis de los tesalonicenses y el único que suscitaba
dudas, además de conductas extravagantes (4,11s; 5,14). El que Pablo espere
estar vivo en el momento de la venida (4,15-17) puede ser un toque del autor,
inspirado en 1 Cor 15,51s, precisamente para simular la autenticidad.
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